No había holas que inauguraran la sesión vespertina. Los besos arrancados, los botones desabrochados, las ganas arañadas eran el saludo habitual. La cama deshecha se transformaba en el decorado donde llegaban las palabras, las caricias pausadas.
— ¿Solucionaste lo del coche?
—Sí, sí, nada una tontería, una tontería que se ha arreglado con trescientos euros, ya ves. Y ¿tú hijo?, ¿cómo está del sarampión?
—Pobre, no paraba de rascarse, y eso que le hemos embadurnado con una loción para que no le picara, pero ni así. A ver si no el quedan marcas.
Silencio de caricias, roces de mejillas, manos entrelazadas. Isabel quería volver a soltar la fiera y se puso sobre él a horcajadas.
—Voy a pedirle el divorcio a Dori.
—No empecemos, va, que tengo ganas de comerte enterito otra vez —los labios de Isabel le besaban el cuello y se dirigían con rumbo fijo hasta la entrepierna de Víctor.
—Para, lo digo en serio, Isabel.
—Joder —de mala gana Isabel se tumbó al lado de Víctor—. Pensé que estábamos de acuerdo, ya lo habíamos hablado, nadie se va a divorciar.
—No aguanto más, estoy harto de disimular que ya no deseo ni verla desnuda, que su voz me taladra, que no es capaz de decir una frase con fundamento sin nombrar a su madre. Es tan ilusa, tan sencilla que creo que ni se ha dado cuenta de que estás tú.
—Víctor, ya lo hemos hablado, no empecemos otra vez…
—Los niños crecerán, no serán siempre pequeños, ellos van a estar igual de atendidos —la agarró fuertemente por los brazos—. Es nuestra vida, no podemos dejar que se pudra sin más, por unas convenciones sociales, por unos niños que luego se olvidarán completamente de sus padres. ¿No lo entiendes? — Silencio tembloroso—: Te quiero, Isabel.
—No, no, dijimos que nada de sentimientos —se deshizo del agarre de Víctor, saltó de la cama, se puso el jersey y se sentó en la silla echando la cabeza hacia atrás—. Nada de sentimientos, joder.
—Maldita sea, no te entiendo. Me dices que no podrías vivir sin estas tardes, sin estas horas, me dices que me echas de menos, que te acuerdas de mí durante toda la semana… pero me prohíbes hablar de sentimientos, de los únicos que siento como verdaderos. Quiero decírselo al mundo, que todos lo sepan, no quiero seguir escondiéndome en habitaciones de hotel. ¿Qué es lo que quieres tú, Isabel? ¿Acaso lo sabes?
—Quiero seguir como hasta ahora, exactamente igual. Disfrutando nuestros encuentros y siguiendo con nuestra puta vida convencional. Eso quiero, nada más.
— ¿Quieres volverme loco? ¿Eso quieres? —Víctor se acercaba hacia ella con los brazos abiertos y los ojos interrogantes—. A mí esto ya no me es suficiente, quiero más, quiero más de ti.
Isabel se incorporó, le cogió las manos y le dijo, lo más convencida que una verdad aplastante puede permitir:
—Tienes lo mejor de mí.
—No me sirve, no me sirve, Isabel.
— ¿Qué es lo que quieres? —en un grito ahogado.
—Lo quiero todo, lo bueno, lo malo, lo que le das a él, todo.
Isabel apoyó la cabeza sobre el pecho tantas veces explorado de Víctor.
—Te quiero, Isabel, te quiero —y la abrazó tan sinceramente como un niño pequeño abraza a su muñeco favorito.
© Anabel
Se me saltaron las lágrimas. Por lo sensible que estoy y por lo que me gustaría… besos.http://senderosintrincados.blogspot.com
Me gustaMe gusta
Muy bueno mi querida escritora. Es que las relaciones son desiguales, siempre hay uno que amas más que el otro, y lo quiere todo, no se conforma con la la libertad e inventa cárceles… besos libres de toda barreraDruida.
Me gustaMe gusta
Un texto genial, Anabel, como era de esperar. El ambiente que creas y los diálogos son perfectos. Luego nos dejas tirados haciendo que pensemos por los presonajes.Un abrazo
Me gustaMe gusta
Me he sentido así…Y lo doloroso es pensar que dura porque los encuentros suceden una vez por semana.Si hubiera convivencia…se convertiría en lo otro…La rutina mata la pasión!
Me gustaMe gusta
Fantástico cuento, Anabel.Me seguís soprendiendo gratamente, aunque es difícil apartar de la mente los sentimientos de él y su súplica por más a Isabel.Perfectamente real!Un beso
Me gustaMe gusta
…muy bueno !!!, esto ya es una costumbre.Anabel, te informo que ya tengo libro (pasaté por el blog)
Me gustaMe gusta
Excelente y reflexivo textoun placer leerte.que tengas una feliz semanaun abrazo.
Me gustaMe gusta
Ay, el encanto de la pasión prohibida! Qué bien descrito! Un relato genial…en pocas líneas delimitas unos personajes y unas situaciones perfectas.
Me gustaMe gusta
Interesante. Extraño que alguien no desee ir más allá de esa situación; quizá porque, al dar lo mejor de uno, también se va lo peor.Me gustó.Saludos.
Me gustaMe gusta
No veo la desigualdad por ninguna parte en el amor, sí en la forma de querer vivirlo. La diferencia entre una hechicera y una bruja, 10 años de matrimonio.
Me gustaMe gusta