La caja de Pandora es una alegoría de la Tierra. Desde el espacio exterior se ve un planeta hermoso, azul, invita a acercarse a él, a ver quién lo habita. El uroboro simboliza el ciclo eterno de las cosas, la lucha eterna o el esfuerzo inútil, pues el ciclo vuelve a comenzar a pesar de cualquier impedimento.
Al abrir la caja nos encontramos con unos habitantes que han convertido la belleza natural en una sociedad plagada de fronteras, de barreras, de obstáculos para poder vivir en paz y armonía. Desde que nacemos estamos predeterminados a ser lo que se nos dice que seamos: de tal religión, de tal sexo, de tal nacionalidad… Y además se nos amedrenta con el miedo a lo diferente (xenofobia) o con el miedo a la pobreza (aporofobia). La globalización que, en principio pareciera ser un bien, se está convirtiendo en una herramienta absolutamente eficaz para el control y la propagación de ideologías atávicas. Todo esto sucede sobre un tapete en el que está impreso el único dios: el dinero.
Cerremos la caja, dejemos los males dentro, y esperemos a que la sierpe se devore a sí misma para poder volver a renacer.

Monotipos, linografías, collage con papel japonés. Impreso en el Taller de l’Assalt. Marco dorado. Medidas: 65×65 cm, cerrado; 123×123 cm, abierto.
Esta obra formó parte de la exposición colectiva de la Associació cultural d’artistes Promethea: Murs i a la gàbia. Fronteres i persones. Dicha exposición tuvo lugar en la galería Espai Cavallers de Lleida, del 29 de enero al 28 de febrero de 2021.
