Hibernorum

La niebla escurridiza como piel de pez,
el albor del reflejo resbalando sobre el hielo,
el tímido sol que casi no alumbra ni molesta,
la madrugadora escarcha tiñendo la hierba,
la liviana nieve que encorva el árbol,
la espera apaciguada de la utopía,
el calor desinteresado de una manta,
el barroco güisqui en mi boca ávida.
En el abrazo gélido del invierno
no elucubro pasados mejores,
ni futuros imposibles,
me quedo, con mis canas, en la certeza
de que la existencia abarca este presente,
de que el segundo actual es el único tempo,
pues lo anterior
siempre es modificado
y lo posterior
no es.

© Anabel

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