42 pulgadas me bastan

 
 
 
Mis uñas crecen y se rompen a su libre albedrío,
rascan mi espalda sin orden ni concierto
de igual modo que los segundos abandonan mis horas.
Esta constante desidia me abriga y me absorbe,
me deglute y me devuelve a la misma esquina del sofá.
Las manecillas del bucle no cesan de girar
olvidándose de mi rincón.
Poco me importa, las 42 pulgadas flotan de maravilla
sobre las oscuras predicciones,
aunque no consigan convencer a la felicidad
para que anide en mi estómago.
©Anabel

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