Ya he estado allí,
en el ascensor donde mi vecino me tiraba de las coletas,
de donde no podía escaparme hasta que la puerta del sexto se abriera.
A tus zarpas les han limado las uñas el tiempo y la razón.
Tal vez sea el güisqui que me hace ser barroca como a Matute,
pero ya no me asustas, soy capaz de mirarte a los ojos, gritarte:
“¡no hay huevos!”
y salir corriendo hacia la libertad adolescente,
aunque no llegue al final del callejón,
aunque me encuentre de bruces con tu porra.
Sé lo que quiero y lo que cuesta.
Y estoy dispuesta a pagarlo.
Ahora, me pillas.
© Anabel
Madre mía, qué bueno… Todos estamos dispuestos a pagarlos, o casi todos, o muchos, o algunos bastantes, o alguien más, o tú, o yo… sumemos y armemos la razón con gritos de letra.Un saludo
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